20050815

Steppenwolfe

Hoy tuve "uno de mis dias"... esos dias en los que me despierto con un poco de depresion, con infinidad de voces sonando en mi cabeza, torturandome un poco... y mi mente consciente, lejos de tratar de callarlas, las incita, pasando todo el dia escuchando musica depresiva... o tirado en mi cama, mirando el techo, pero observando mi mente... despues me vi The Wall, para buscarme en la pelicula, pero ver tambien que no soy Mr. Floyd... ver los peligros de algunas lineas de pensamiento... ver que hay tendencias que es mejor controlar... esa peliicula tiene un efecto agotador sobre mi, me saca la ira, y me deja la simple depresion sin condimentar... este post deberia estar dedicado a la pelicula, ahora que pienso, pero el titulo ya lo puse, y para bien o para mal, uno tiene que hacerse cargo de los errores que comete... todo lo que hacemos hoy determina a donde vamos, es imposible volver atras (si, si, yo podria cambiar el titulo, pero cuando estoy en "uno de mis dias", no soy realmente yo, soy mas bien un simbolo, una metafora de mi mismo y de mi propia vida)...
... retomando el tema de la depresion desnuda, sin inpurezas... me agarra a veces (a veces?) por el lado melancolico... a veces es una extraña melancolia, porque rememoro cosas que nunca pasaron, al menos no como las rememoro....
... mejor cerremos el asunto, porque no es facil mantener a todas las voces concentradas en un mismo tema, ya bastante dificil fue convencerlas a todas de escribir este post... asi que aca les dejo un fragmento de El Lobo Estepario, de Herman Hesse....

[Armanda y Harry bailan Fox-Trot, Harry siente que Armanda es solo una camarada]

-Lo se -dijo ella, cuando hablamos de esto-; lo se bien. Yo he de hacer, desde luego, que te enamores de mi, pero no hay prisa. Primero, somos camaradas, somos personajes que esperan llegar a ser amigos, porque nos hemos conocido mutuamente. Ahora queremos los dos aprender el uno del otro y jugar uno con otro. Yo te enseño mi pequeño teatro, te enseño a bailar y a ser un poquito alegre y tonto, y tu me enseñas tus ideas, y algo de tu ciencia.

-¡Ah, Armanda!, en eso no hay mucho que enseñar; tu sabes muchísimo mas que yo. ¡Que persona tan extraordinaria eres, muchacha! En todo me comprendes y te adelantas. ¿Soy yo, acaso, algo para ti? ¿No te resulto aburrido?

Ella miraba al suelo con vista nublada.

-Así no me gusta oírte. Piensa en la noche en que maltrecho y desesperado, saliendo de tu tormento y de tu soledad, te interpusiste en mi camino y te hiciste mi compañero. ¿Por que crees tu, pues, que pude entonces conocerte y comprenderte? Porque yo soy como tu. Porque estoy precisamente tan sola como tu y como tu no puedo amar ni tomar en serio a la vida ni a las personas ni a mi misma. Siempre hay alguna de esas personas que pide a la vida lo mas elevado y a quien no puede satisfacer la insulsez y rudeza del ambiente.

-¡Tu, tu! -exclame hondamente admirado-. Te comprendo, camarada; nadie te comprende como yo. Y, sin embargo, eres para mi un enigma. Tu te las arreglas con la vida jugando, tienes esa maravillosa consideración ante las cosas y los goces minúsculos, eres una artista de la vida. ¿Como puedes sufrir con el mundo? ¿Como puedes desesperar?

-No desespero, Harry. Pero sufrir por la vida, ¡ah, si!, en eso tengo experiencia. Tu te asombras de que yo no soy feliz porque se bailar y me arreglo tan perfectamente en la superficie de la vida. Y yo, amigo mio, me admiro de que tu estés tan desengañado del mundo, hallándote en tu elemento precisamente en las cosas mas bellas y profundas, en el espíritu, en el arte, en el pensamiento. Por eso nos hemos atraído mutuamente, por eso somos hermanos. Yo te enseñare a bailar y a jugar y a sonreír y a no estar contento, sin embargo. Y aprenderé de ti a pensar y a saber y a no estar satisfecha, a pesar de todo. ¿Sabes que los dos somos hijos del Diablo?

20050806

Dos cuentos instantaneos

Una tarde, me encontraba estudiando en la facultad junto a una señorita que ya no tiene el orgullo de poder considerarme su amigo. Harto ya de estructurar mi mente, limitandola con eso que el deficiente sistema educativo llama estudiar (asunto que escapa el alcance de este post, pero quizas en un futuro.... ), le digo a esta señorita que me tire algunos temas, o simples palabras, que me motivaran a escribir algo. La señorita, que al parecer no me tomaba muy en serio, me nombra lo siguiente: Jadeos, Tenedor, Correr, Mangosta.
De todas formas hice un intento, y estos dos brevisimos relatos son el producto...

Jadeos en la noche

Todo estaba oscuro, y el silencio nocturno solo estaba roto por el ocasionar susurro de las hojas producido por la leve brisa, y por un jadeo constante y periódico.

Los búhos miraban de lado a lado, buscando su origen.

Algunas serpientes nadaban placidamente en los charcos recientemente formados, ocasionalmente siendo víctimas de alguna sigilosa mangosta que, como si sus garras fueran un tenedor, las atravesaban sin piedad y las llevaban a su boca.

Los murciélagos, mas activos y cómodos en la noche, seguían el sonido de los jadeos, hasta llegar a su origen.

Alto, negro, y en sus manos un grueso tronco, sostenido por sobre su cabeza. A intervalos regulares, el tronco bajaba a gran velocidad, acompañado por un jadeo del negro, y golpeaba a una masa de carne, sangre y huesos que alguna vez fue un ser humano.

Los murciélagos no se sorprendieron de su locura.

Los búhos ni siquiera se inmutaron.

Las serpientes siguieron nadando en los charcos de sangre.

La mangosta ya estaba satisfecha, y durmió placidamente el resto de la noche.

Persecución

Corrió, corrió, corrió, corrió, le dispararon, pero siguió corriendo, con una mano se cubría la herida, y mientras seguía corriendo no paraba de putear.

Unas personas intentaron detenerlo, pero de un empujón las mando a la calle: que los autos se encargaran de ellas, porque el tenia que seguir corriendo, y eso hizo, corrió, corrió, corrió, pero al final lo atraparon.

Con una expresión de terror, opto por volarse la cabeza de un tiro.

Nunca nadie sabra que crimen había cometido, tal vez ninguno, pero entonces, ¿para que corría?